No, este artículo no trata de poner al alcance u ofrecer información de estudios o investigación alguna de la cadena de ADN con relación a las habilidades humanas. Solo es una forma metafórica de abordar el arte de perforar, como una de las habilidades, que indudablemente nos acompaña desde tiempos muy remotos.
Hasta el día de hoy, uno de los registros históricos más antiguos con las que contábamos, eran las técnicas de perforación empleadas en China hace 4,000 años. La técnica de perforación empleada entonces era la percusión con cable. Un sistema o mecanismo que consistía en un balancín contrapesado que se accionaba por un grupo de hombres, que efectuaban el tiro en un extremo de una cuerda, mientras que del otro lado colgaba la sarta de perforación construida de cañas de bambú. De esta manera, con los golpes en cada caída de la sarta de perforación, se producía la construcción del pozo de perforación que alcanzaban más de 200 m de profundidad. Estas perforaciones se realizaban en búsqueda de agua y sal.
Por la misma época, los artesanos de Egipto ya dominaban las técnicas de la perforación rotativa. Esta técnica consistía en presionar con una roca un elemento tubular, probablemente algo similar a las cañas de bambú y hacerla girar con una cuerda atada a un arco de madera que generaba la rotación mientras se deslizaba la cuerda de extremo a extremo. La cuerda, al envolver en una, dos o más vueltas, alrededor del elemento tubular, cual faja de transmisión; sujetaba y producía la rotación en ambos sentidos del elemento tubular.
Este, es el mismo principio, sobre las que se han desarrollado las modernas unidades de rotación de las máquinas perforadoras, que a través de mecanismos como el chuck, fajas o engranajes de transmisión mecánicos o hidráulicos, transmiten la energía de la unidad de poder hacia la sarta de perforación; convertidos en presión de empuje y rotación o torque de rotación. Estas fuerzas combinadas producían la construcción de las cavidades u orificios circulares, cilíndricos, conocidos (a gran escala) como los pozos de perforación.
Este, es el mismo principio, sobre las que se han desarrollado las modernas unidades de rotación de las máquinas perforadoras, que a través de mecanismos como el chuck, fajas o engranajes de transmisión mecánicos o hidráulicos, transmiten la energía de la unidad de poder hacia la sarta de perforación; convertidos en presión de empuje y rotación o torque de rotación. Estas fuerzas combinadas producían la construcción de las cavidades u orificios circulares, cilíndricos, conocidos (a gran escala) como los pozos de perforación.
Sin embargo, observando las cerca de 3,800 hachas de piedras del Museo Nacional de Prehistoria de Halle (ver reportaje en el siguiente enlace: Misterios de la Edad de Piedra) de la época del Neolítico, 12,000 años A.C. es casi literalmente imposible no pensar que el arte de perforar nos acompaña desde aquellos tiempos remotos. En estas herramientas de piedra se pueden observar orificios perfectamente circulares y cilíndricos los cuales pueden ser indicios de perforaciones tubulares, similares a las realizadas con las técnicas empleadas por los artesanos de Egipto 8,000 años después. Y talvez jugaron un papel importante en esa etapa de nuestra historia tal como lo describe el Arqueólogo Harald Meller: "La revolución del neolítico es la revolución decisiva de la historia humana. Aquí vemos miles de hachas de piedra más precisamente alrededor de 3800 hachas del neolítico, ¿Qué se hacía con ellas?, con ellas se talaron los bosques para cultivar los campos, con ellas se dividieron vigas, pero con ellas también se procesó la madera, por ejemplo, para construir casas muy complicadas en las que vivía la gente. El hombre, entonces se volvió sedentario."
Es difícil no pensar, en consecuencia, que el arte de perforar jugó un papel importante en esos primeros pasos y tal vez en ese primer salto de nuestros antepasados, a esa nueva era que hoy conocemos como “civilización”. El entrecomillado, es porque en esta etapa de nuestra existencia como civilización, aún podemos cuestionar la definición, en la búsqueda de una respuesta; tomando en cuenta que como “civilización” iniciamos nuestra aventura, nuestros primeros pasos, nuestro tránsito de vida como especie, en la búsqueda de dominar la naturaleza con nuestras primeras prácticas en la agricultura, con la finalidad de tomar el control de determinados recursos de la naturaleza que garanticen la alimentación de nuestras primeras tribus o sociedades organizadas; ha sido en torno a ese básico instinto de supervivencia, de las que la naturaleza se ha encargado de dotar a todos los seres vivientes, diversas habilidades, como el arte de perforar; como parte de las estrategias de desarrollo, diversificación, apertura y florecimiento de la vida. Es perfectamente racional preguntarnos ¿Cómo es que hemos llegado a esta etapa?
Es realmente asombroso lo que los seres humanos hemos sido capaces de lograr y todos los avances tecnológicos y científicos que hemos sido capaces de desarrollar hasta llegar a crear las herramientas y las armas con los que, en nuestra corta historia, nos hemos enredado en interminables guerras, hasta terminar rodeados de armas con capacidad de autodestruirnos como especie.
El arte de perforar era necesario para la creación de nuestras primeras herramientas. Hoy, continúa siendo un paso importante en la incesante búsqueda de nuevas fuentes de recursos minerales, de las que ya no podemos prescindir. La moderna minería, donde el arte de perforar tiene un rol clave, desde las etapas exploratorias, indudablemente hace posible la vida moderna de los seres humanos. Prescindir de la minería, equivaldría a regresar a la época de las cavernas. De allí la importancia de que las tecnologías extractivas y exploratorias, continúen su desarrollo de forma sostenible en el tiempo y en el único medio ambiente del que disponemos por el momento. El arte de perforar, hasta el día de hoy, continúa cumpliendo un papel quizá, desapercibido y en segundo plano, pero importante, en ese engranaje del desarrollo de las habilidades humanas.
Soñar, hacer música, dedicarnos al arte es lo que nos hace humanos.
Quizá el arte de perforar, en un lejano o próximo futuro, también nos sirva para enterrar en un pozo profundo, todas nuestras herramientas obsoletas y volver a crear y recrear herramientas para la supervivencia y no para nuestra autodestrucción como especie; tal cual lo hicieron nuestros primeros antepasados, de la era de la civilización.
Solo entonces, quizás, la civilización, se permita otros saltos, por ejemplo, a las estrellas; que hoy solo podemos recrearlo en nuestros más sublimes y muy humanos sueños.