HERNÁN ASTO CABEZAS - EL PROMETEO DE LA ENERGÍA VERDE

Tecnología y Ciencia Descentralizada

La historia de Hernán Asto Cabezas es una de esas historias inspiradoras que probablemente no conoceríamos si no fuera por las redes sociales y el impacto de la tecnología informática en el mundo actual. Pasaría desapercibida, ignorada, y probablemente se tardaría muchos años en conocerse, y no sería la historia real sino una diferente, como ha ocurrido con muchos genios y talentos a lo largo de la historia de la humanidad.  

Durante mucho tiempo, la ciencia y la tecnología se han percibido como campos reservados para un grupo selecto de personas que estudiaron en universidades de élite o para aquellos con la capacidad financiera suficiente para financiar proyectos científicos. Sin embargo, noticias de casos como las hazañas logradas por personas como Hernán Asto Cabezas demuestran que es posible desarrollar proyectos de ciencia y tecnología con recursos limitados. Hernán Asto Cabezas, quien creció usando velas y mecheros de querosén en su tierra natal Ayacucho, logró desarrollar un invento tecnológico de energía verde y limpia con perseverancia en la investigación científica y tecnológica.

La historia de Hernán comenzó en una casa de adobe en Ayacucho, uno de los departamentos más pobres del Perú. Allí, las noches eran un desafío: las velas y lámparas de kerosén no solo limitaban sus estudios, sino que ponían en riesgo su vida. "Aún escucho los gritos de mi madre apagando el incendio que una vela provocó en nuestra casa", confiesa el inventor. A los 11 años, tras ver a su hermana sufrir quemaduras al manipular una olla, creó una rudimentaria "sacadora de ollas" con alambres, ganando su primer reconocimiento en la escuela. Pero fue en la universidad, mientras cursaba Ingeniería Civil en la Universidad Alas Peruanas, donde entendió que su comunidad seguía atrapada en las sombras. "No podía aceptar que niños como yo siguieran arriesgando sus vidas por estudiar", afirma.

Así nació Alinti, una fusión de las palabras quechua y aimara para "planta" y "sol"—. El dispositivo, que parece una maceta tradicional, esconde una revolución tecnológica: en su interior, electrodos de grafito capturan electrones liberados por microorganismos en las raíces de plantas como el aloe vera o la papa nativa. Estos se combinan con un pequeño panel solar, generando hasta 10 horas de electricidad diarias. Para financiar el primer prototipo, Hernán trabajó como pintor, gasfitero y electricista. "Fallé cientos de veces, pero cada error me acercaba a la solución", recuerda.

El esfuerzo dio frutos. En 2021, ganó el Premio James Dyson Award y fue finalista en la Google Science Fair. Pero el hito llegó en 2024: tras competir con proyectos de ocho países, Alinti se alzó con el primer puesto en los Global eAwards, obteniendo 100,000.00 euros y acceso a un programa de aceleración global. "Si pudiera hablar con ese niño de las velas, le diría: ‘¡Lo estás logrando, caramba!’", declaró con emoción al recibir el galardón. Hoy, su invento —cuyo costo no supera los 50 dólares— ilumina casas en Ayacucho, Cusco y Puno. Doña Juana Quispe, de 68 años, lo describe como un milagro: "Antes gastábamos en pilas y kerosén. Ahora mis nietos estudian de noche sin respirar humos".

La tecnología de Alinti, sin embargo, va más allá de lo evidente. En una caja de arcilla diseñada para mantener la temperatura ideal, se alojan plantas con raíces tuberosas y un electrolito que activa bacterias anaerobias y aerobias. Estas descomponen materia orgánica, liberando electrones que se transforman en corriente eléctrica. "Es un ciclo perfecto: la planta crece y, mientras lo hace, produce más energía", explica Hernán, quien probó más de 200 especies antes de encontrar las ideales. Su proyecto también brilló en el Foro de APEC 2023, donde obtuvo el premio Bio-Circular Verde, y en el concurso de History Channel, quedando segundo entre 7,000 propuestas mundiales.

A pesar de los reconocimientos, el camino sigue siendo desafiante. Con el respaldo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Hernán busca expandir Alinti hacia África y Asia, donde 800 millones de personas aún carecen de acceso a electricidad. "Los gobiernos deben invertir en soluciones locales, no en megaproyectos que no se ajustan a nuestra realidad", enfatiza. Mientras ajusta un prototipo en su taller de Lima, rodeado de plantas y circuitos, reflexiona: "La naturaleza siempre tuvo las respuestas. Solo faltaba escucharla". Su trayectoria demuestra que las grandes innovaciones en ciencia y tecnología ya no son exclusivas de lugares como Silicon Valley; a veces, surgen de entornos humildes donde la esperanza, el esfuerzo y la perseverancia, junto con la investigación, pueden generar avances significativos en ciencia y tecnología para la humanidad.